Regreso de un viaje de prensa al triángulo de ciudades balnearias checas Karlovy Vary (Karlsbad) – Frantiskovy Lazne – Marianske Lazne (Marienbad). Todo es sugerencia, remite a algo ya paladeado en relatos y películas. Estoy ahí con damas del perrito, con todos esos rusos que siguen paseándose entre sombras, a veces como espectros, arrastrando su pesada melancolía. Imagino a Sergio Pitol, diplomático en Praga, consignando fantasmas en sanatorios fastuosos y viejos hoteles. Y sobre todo oigo a Austerlitz, todo ese largo pasaje tan hermoso de W. G. Sebald en donde dejé un punto de libro hace años: «A ambos lados del blanco camino de arena, que continuaba en curva, había árboles y arbustos oscuros, y Marie, a la que poco después perdí por completo, sólo por mi culpa, se puso a hablar a media voz para sí (…)».