Algo de levedad: guisantes en la boca, pera con hinojo, el olor a fresas. Pienso en los cerca de veinte colores que utilicé a los tres años para dibujar un solo árbol, en las casas y princesas multicolores que le siguieron, y en esas manos con cada dedo de un color, que al parecer vi. Ya entrada en la adolescencia, cuando descubrí las revistas francesas, seguí dibujando a las mujeres como tocadas por un arco iris. Con esa sonrisa en la falda, las puse entonces a enfrentar el viento.