Ella lo contó muy bien. Fueron más de veinte años de cartas cruzadas, de abrazos y emoción, algo que no acertamos aún a explicarnos, una decidida voluntad de no dejarnos. Y no por una vieja promesa ni por respetar al pasado sino -y eso es lo milagroso- por un sentimiento que el tiempo sigue justificando. Hace mucho que se me hizo imprescindible.
La tengo por mi ángel guardián, siempre defendiendo, alentando, apoyando. Y además la admiro. Por el modo en que se dedica a quienes más difícil lo tienen para hablar, a los que casi nadie escucha. Por cómo protesta en cada atropello. Porque tiene un campo de palabras siempre regadas y bien crecidas. Y por tantas otras cosas en las que es un ejemplo de nobleza e integridad.
Para ella estas flores que alguien hizo con botellas de plástico: lo bello también nace de lo feo. Y mi namasté, por el regalo de su amistad, por invitarme a ser digna de ella.
¡Feliz cumpleaños!