Vuelven las ganas, el llamamiento. Esta voz, que necesita papel, que lo grita, se me impuso hasta la treintena. Lo consigné casi todo, levanté acta de mi vida. Y luego, durante largos años, enmudecí en cuadernos avaros. Cuando ahora, alguna vez, la voz regresa, dos o tres días seguidos, cuando se cuela en el túnel del agotamiento con su látigo imperioso, respiro aliviada: sé quién soy.