Me tengo que poner las gafas para asegurarme. Sí, un pájaro se ha estrellado contra el vidrio del salón y yace inmóvil en el suelo, con los ojos abiertos. Me quedo muy quieta. Ahí está el cadáver, ahí lo tengo. Y pienso en si no es como el corzo al que vio morir mi padre el otro día: una oportunidad, una restitución. No voy a llamar a ningún hombre para que se lo lleve. Me imbuyo del máximo respeto, lo tomo suavemente con papel –es mi modo de oración– y lo llevo ceremoniosa a la basura, notando el peso exacto de su rigidez.
En Menorca me hizo llorar el sol, que se fue tan rápido.
*La frase del título está extraída del texto de Bert Hellinger «Bendición a los muertos», cuando habla de nuestra condición de huéspedes en la tierra. Se puede encontrar en el libro Pensamientos en el camino.
Bert Heal-linger.