«¡Cobardes, cobardes!», oigo gritar a una mujer en medio de la noche. Estoy tumbada en la cama, esperando a un sueño que no llega. «¡Todos dormís!», sigue bramando. «¡Todos dormís mientras otros sufren!», se aleja calle abajo. Y aún se hace más notorio el silencio profundo que atraviesa. «¡Todo me la suda!»