Puedo ensartar felicidades como en un collar: la tramontana chocando contra los árboles (sobre todo, eso, un silencio fuerte, casi una advertencia); la montaña cada día más nítida, más árbol a árbol, más Alain; la playa nublada regalada a los pies, para el asalto de una carrera; nadar hasta temblar -puedo ser valiente, y qué fácil. Dejo que todas estas cosas se adentren mucho en mí, con la esperanza secreta de que se me aparezcan en la muerte.