Cogí una de mis libretas de esas cajas que he arrastrado en todas las mudanzas, mi mayor peso, mi vida en kilos, con una etiqueta imaginaria: «yo». Y me leí y me sorprendí. Me escribía entonces para decirme ahora: «ésta es la que era, esto es lo que me ocurrió». Yo era en el 96 una mujer que se iba. Que siempre se iba. Porque tenía sus dudas.