Siento una obligación con la belleza, que es la de detenerla y proclamarla. Es una urgencia irrenunciable que me empuja al desvío y la postergación constantes, casi paralizante, y en la que, sin embargo, encuentro la proposición de otra vida, libre y afirmativa, de indagación y asombro.
Ya sé que me repito un poco pero… lindísimas poegrafías! Me encanta abrir el correo y encontrar un regalo como éste, tuyo. Gracias 🙂
Cristina, yo temo repetirme aún más…: ¡gracias a ti por estar al otro lado!