Me noto en un diálogo con el invierno, como si éste fuera el año de nuestra presentación y sólo ahora yo empezara a descubrir sus modos. Me fascina el encantamiento de la niebla y de la escarcha, que le da al paisaje una alternancia prodigiosa y habla del trabajo a oscuras de la noche. Por las mañanas, me gusta admirar la mano del hielo, capaz de sublimar los hierbajos más insignificantes con un subrayado de cristal, y me asombra también el vapor blando, glotón, de la niebla, que barre lo accesorio y desdibuja los perfiles con un halo irreverente de deconstrucción. Amo este desvanecimiento cotidiano de las mañanas.
Me arrastras en ese desvanecimiento. Gracias!
¡Gracias a ti! Muchos besos.