Siento que las historias que me son confiadas en los comedores antiguos de las casas antiguas encuentran en ese acceso a la palabra su libertad. Casi se puede percibir como al ser dichas se liberan, adquieren cierta corporeidad benefactora. Hoy me ha dicho Gabriel que desde que empezó a recordar para mí no dejan de asaltarle nuevos recuerdos, que nunca antes había retrocedido tanto en su memoria. Y parecía haber en él un aire de reposo. Pero aun así he querido asegurarme, le he dicho que esperaba que esto no le estuviera haciendo daño. No, no, todo lo contrario, me ha tranquilizado. Como últimamente me pregunto el porqué de esta indagación mía en los pasados, cada vez que sé de alguien que se mece en la recuperación de su vida pienso que tal vez lo que esté haciendo sea devolver historias, entregárselas a sus propietarios.