Tras el cristal

Se ha apartado del resto y está comiendo sola, encorvada sobre su fiambrera. Le debe de llegar el calor de los hornos donde ayuda a trabajar el vidrio. Ésta es una fábrica de renombre de la que sale cristalería fina para casas reales y palacios presidenciales. Crear una copa de vino de la colección Splendid, con oro de 24 kilates donde se posan los labios, requiere de la colaboración de entre 30 y 40 personas. No puedo dejar de mirar a esta mujer recortada en la luz de los ventanales, que rechaza mi presencia con un gesto malhumorado.

Nadie te lo cuenta todo. Aquí, no te dicen que en los años 30 los Moser tuvieron que emigrar  a Estados Unidos por ser judíos, ni que la fábrica fue nacionalizada en el 68, como el resto de empresas del país, pero sí que desde el 92 pasó a manos de una sociedad 100% checa (y aquí se les esboza una sonrisa orgullosa). Tienes que preguntarlo. Tienes que preguntar quién es, en la foto, ese hombre de mirada apesadumbrada, perdido entre las plantas exuberantes de su despacho, con una copa de vidrio en la mesa. Su apellido sirve ahora más al marketing que a la Historia.

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