Corrimos al museo sin desayunar, horas antes de la boda que nos había llevado a Helsinki. Creí asistir a una revelación, incluso haber viajado a Finlandia sólo para descubrir a esa mujer, con la que podía confraternizar. Pero en la tienda del museo mi madre reparó en la postal que yo le había enviado en 1997. Nada tan nuevo.
Helene Schjerfbeck estuvo de joven en París y en Inglaterra, siguiendo estudios de pintura, pero hubo un momento en el que le bastó su propio universo. Se recluyó en una pequeña población finlandesa y durante quince años ni siquiera visitó Helsinki. En su 70 aniversario, se escondió en una cabaña para ahorrarse las felicitaciones. Años después, ya octogenaria, sola y afligida en un hotel sueco, pintó más de 20 autorretratos escalofriantes, en los que todo es verdad y ella se va desdibujando.
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