Si lo pienso, me cuesta, no lloro, noto el esfuerzo del topo avanzando en la oscuridad. Pero si Álex me toca el pie, si pone una canción que enciende los años, si le anuncio lluvias con el pulso en la sien, entonces sí me desbordo en lágrimas de entraña. Me mira. Me ve. Mi dolor está en el cuerpo –dice–, camina solo, ajeno al sufrimiento del pensar, que es optativo.
Un abrazo enorme…