Yo cruzaba la tarde buscando el sol, tomaba el camino a casa con una discreta desolación: quizá siempre hubiera estado equivocada. Me llamasteis desde el coche, os vi ahí metidos, apurando un bocadillo. Bromeamos, ahogando lo que hubiera de tristeza. Tú no podías saberlo pero me dijiste lo mejor. Gracias.