A vueltas con estos encuadres asfixiados con los que recorto el mundo. Sólo espigas. Sólo motas de amapolas, que se me antojan topos de unos campos que iban a ser serios, cosquillas de eso plantado y cultivado que el hombre pretendía recto. Las veo cabecear al viento con un “no” que bate igual que las mariposas.