Escribo desde una azotea sevillana, como en mi viejo anhelo, como en aquella foto en blanco y negro de un poeta, esa foto que tantos sueños me ha guiado. Escribo por debajo de un cielo de golondrinas, un cielo hoy velado, envuelto en gasa, por el que sólo a veces, entre jirones, se adivina el azul luminiscente de ayer. El silencio que se abre aquí o el del murmullo de una fuente hace un rato en un patio colmado de jacarandas me embriagan. He encontrado un polvo de ocre sobre los azulejos olvidados de la casa de un duque, un dorado bien avenido con el rosa de las buganvillas voladas hasta ahí. Imagino el gesto cansado del viento soplando entre los mármoles. Si miro adelante ahora los tejados de Sevilla se levantan en armas con sus antenas, dibujando una lluvia gris de lanzas por encima de la cal, como un alambre de espino que certifica la frontera con el cielo.
Sevilla es una maravilla, pero tu estás espectacular!
… tú (con acento)… jejeje…
¡Gracias, nOelia!