Ha pasado de los ochenta y su voz tiene una música, es una voz que a veces me parece que llora, pero que tal vez simplemente haya tomado la costumbre de romperse. Es el único contrapunto a su gran facilidad de vivir, la única posible revelación de los pesares a los que nunca ha dado mucha importancia. Su voz no me cansa, su voz me lleva, durante horas, un día y otro, y su cadencia es perfecta. Y no necesitamos lumbre para ser las dos, entonces, muy antiguas, sentadas alrededor de sus palabras, que ella ni sabía que tenía.
Qué fusión tan bonita de imágenes y texto.
Gracias, como siempre, por tu comentario, nOelia.