Me acosté en aquella habitación familiar y volví a oír la ciudad, regresé a mi primer territorio de coches y autobuses que ni siquiera ahora –compruebo– consigo oír como algo distinto al aire, ni siquiera ahora que en el campo me acolcha un silencio de perros y pájaros. Todo me resultaba extraño en mi ciudad menos ese ruido que tardé en detectar, el rugido más o menos acallado de las noches antiguas. Podía oír la calle apresurada y todos los sonidos de trabajo vertidos al patio desde las cocinas: el bufido de una caldera, la batidora alucinada, una incesante vecindad. Tardé en dormirme, fui bajando al sueño poco a poco.
[Las fotos están tomadas con iPhone.]
Preciós, bonica, molt bon estiu
Moltes gràcies, Mercè. Bon estiu!
Me transportaste… y lo volví a oír. Un beso.
¡Muchísimas gracias, nOelia! Tus comentarios son de gran aliento.