A veces, durante días, me ha faltado el ánimo para escribir, la urgencia o la necesidad de la que habla Rilke. ¿Cómo escribir sin ese resorte? En una ocasión estuve en la linde de un campo haciendo fotos acompañada de pájaros y me pregunté si no era muy confuso haber pensado durante muchos años y todavía ahora, intermitentemente, que quería escribir y recoger palabras, y de pronto sentir que tenía una felicidad de fotógrafa, y una felicidad al aire libre. Pero a veces también noto una especie de aviso del alma, parece disponible, y sé que puedo abrirme a eso, que es el momento de dejarlo todo para abrirme a eso. Me siento erguida a teclear y una de las manos corre bajo el sol. Voy siempre con ese cazamariposas de Nabokov, detrás de luces, de verdades, y a veces de mis propias palabras. He llegado a un punto en que ya sólo quiero valerme de las que vienen de dentro, de esas que acuden sin aviso, que nunca digo y que llegan por túneles del tiempo.