La semana pasada, de visita en Endériz para abrazar a Katixa (pronto escribiré sobre ella y su nueva librería), estuve una mañana fotografiando la niebla, con esa urgencia mía de belleza sobre la que habían estado bromeando todos el día anterior, anticipando lo que, efectivamente, hice al levantarme: salir al monte sin esperar ni a desayunar, sin ni siquiera abrigarme. Avancé poco pero fue suficiente para reencontrarme con el hálito esclarecedor de la niebla que tan bellamente vacía el mundo para dejarlo en insinuación. Así que, un poco a la manera de mi miopía, el blanco volvió a entornarme a los ojos para una visión más poética y esencial. Pasados unos minutos vi acercarse a Katixa por entre una nube de vapor. Había seguido mi rastro, me dijo: el anorak tirado en la silla, la cancela abierta.
«el hálito esclarecedor de la niebla que tan bellamente vacía el mundo para dejarlo en insinuación» quina preciosa manera de descriure la boira Yvette.