Leitmotiv

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Estos días subimos a celebrar la luz en el claro más alto del pueblo, el lugar en el que hace mil años se reunían los habitantes dispersos del bosque. Queda la iglesia, siempre cerrada, con la fuente que usaba la abadesa y el “comunidor” para el arreglo de asuntos. Hay también un ciprés viejo y dos árboles espléndidos que en invierno duermen. No muy lejos resiste, pacífico, un cementerio primitivo en forma de rectángulo, delimitado por un muro bajo de piedras gastadas. Está tomado en su interior por grupos de matas secas que se levantan como un mar rubio de gran belleza. Siempre me asomo a mirar cómo esa vegetación leve y plumífera se conjuga tan armónicamente con el hierro quejumbroso de los siglos. Me gusta ver cómo el dorado refulge al sol, estrellado contra la luz. No hay fotografía que pueda explicarlo. Sigo fascinada también por el espeso enredo de la naturaleza en los márgenes próximos, formando remolinos de colores inesperados, lienzos que no tengo más que enmarcar. Ya hace años que dura esta observación maravillada de la mezcla y la superposición. Pienso entonces en mi madre dialogando con una montaña en sucesivos esbozos, hasta llegar a poder pintarla sólo porque la había conocido.

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