El jardinero que hay en ti

Dice Santiago Beruete (Pamplona, 1961) que su libro Jardinosofía, una historia filosófica de los jardines (Turner Noema, 2016) tendría otro tono y otro estilo si no lo hubiera escrito con las manos encallecidas por la azada, la podadora y las tijeras. Que convertir un humilde trozo de tierra en algo parecido a una arcadia le enseñó cosas que no se aprenden en los libros. Beruete ha vivido los últimos diez años en el campo ibicenco, preparándose infusiones con plantas crecidas en su jardín y elaborando mermeladas con las frutas que podía recoger extendiendo los brazos. Ahora se ha mudado al casco antiguo de Ibiza y cultiva un jardín-huerto en su gran terraza. Estuvo a punto de trasladarse a Madrid pero al final desistió: “Estoy demasiado asilvestrado, me gusta este tipo de vida con un pie en la naturaleza». Es licenciado en Antropología y doctor en Filosofía, ha escrito novelas, cuentos, poemas y ensayo, y se dedica a dar clases de Sociología y Filosofía.

Esta es parte de la entrevista que le hice en noviembre pasado y que salió publicada en la revista Cuerpomente, dentro de un dossier que preparé sobre jardines.

Los jardines como espejo

“Los jardines son quizá pequeños espacios de resistencia, de contestación social, en esta época marcada por la aceleración, el individualismo consumista y el narcisismo. Nos llevan por otro derrotero, se convierten en una escuela moral. Los valores imprescindibles para el cultivo de un jardín son también ingredientes básicos para una buena vida: constancia, perseverancia, humildad, paciencia, gratitud… No concibo ninguna buena vida, sea cual sea la fórmula –¡y yo no la conozco!- que no incluya los beneficios que reporta el jardín: el reposo, la tranquilidad, la libertad interior, la serenidad. Ahí aprendemos muchas lecciones.”

Ser jardinero

“Lo que para mí empezó siendo una afición se ha convertido en un estilo de vida, una forma de estar en el mundo. El jardín es para mí un entorno de cariño, una buena escuela del cuidado: si cuidas tus plantas es más fácil que acabes cuidando de las personas que te rodean. Nos olvidamos a veces de que las plantas son seres vivos y que amar a las plantas es una forma de amar a todo lo viviente.”

Virtudes que desarrolla un jardinero

“Sobre todo la paciencia. Un jardinero es alguien a quien no le falta iniciativa para cambiar el mundo pero que está dispuesto a soportar la espera sin perder la capacidad de sorpresa. Plantar ya es un acto de fe. En lo más crudo del invierno plantar bulbos y confiar en que un día brotarán es una apuesta por el futuro que choca frontalmente con la vivencia actual de la aceleración permanente, la productividad inmediata y la lógica del máximo beneficio que dominan nuestra sociedad.»

Otras lecciones que enseña un jardín

“Humildad. De hecho, la palabra viene de humilitas, que en latín está emparentada con “humus”, la tierra negra, fértil. Humilde se podría traducir como “pegado a la tierra”, “mirando a la tierra”. Cualquiera que haya cuidado un jardín, un huerto o cuatro macetas en un balcón sabe que tiene que aprender a respetar los ritmos de la naturaleza: obedecer los ciclos, las estaciones, aceptar que hay un momento para podar y otro para abonar. En definitiva, que no estamos solos y que somos hasta cierto punto insignificantes dentro de la interdependencia de lo viviente.”

El jardín como “terapia filosófica”

“El jardín permite el “florecimiento” personal, te construye por dentro. Salir al jardín es una manera de en entrar en uno mismo. Y quizá por eso cultivamos las plantas. Porque mientras las cultivamos, ellas nos cultivan a nosotros.”

Escuela de la mirada y del oído

“Para tener un buen jardín es muy importante escuchar al genio del lugar (genius loci), ir viendo qué tipo de plantas pide. Muchas veces queremos trasplantar nuestras ideas a la naturaleza sin oírla. Hay cantidad de gente que se empeña en plantar césped donde no se dan las condiciones para que prospere. Esta fascinación por el césped para mí es una metáfora muy doméstica del dominio sobre la naturaleza. Nos da una sensación de placer, de control.»

La jardinería, poco de lucha y mucho de colaboración

“Ya he dicho que el jardín es un entorno de cariño pero, como muchas veces ocurre en las relaciones humanas, tiene algo de perverso. Puede verse como una mascota a la que sometemos a nuestros caprichos, nuestro orden, nuestra disciplina… que nos devuelve cariño y una imagen de nosotros mismos pero a costa de dominarla. Esta ambivalencia está muy presente en el jardín. Nos cuesta pensar en el amor dejando al otro libre.»

Contradicciones de uno mismo en el jardín

“Yo era un urbanícola medio retirado en una isla que empezó a trabajar un jardín, pero básicamente era una persona que lo ignoraba todo sobre jardinería. Me he encontrado con el empeño de plantar plantas que me gustaban pero que no se adaptaban al terreno, con querer acelerar los ciclos naturales… El jardín también me ha enseñado una forma de felicidad basada en necesitar poco y en el reposo. Es una felicidad humilde pero más duradera que otras.”

El jardín de la infancia

“El de mi abuela. Un día me di cuenta de que los momentos de mayor felicidad de mi infancia tenían como telón de fondo un jardín. Y pensé que puede que esa sea la razón profunda de mi interés por las plantas. Cada uno de nosotros tenemos nuestro pequeño paraíso terrenal perdido, y quizá sea el de la infancia.”

6 Comments

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s