El fotógrafo Paco Gómez amaba la belleza de lo cotidiano. Escribió que:
«La lluvia,
la mancha de la mano de un niño,
el salpicón de barro contra la cal de un muro,
la huella del encofrado del hormigón,
un cristal roto,
la traza florecida de la humedad en el yeso,
las heladas de muchos inviernos,
los calores de muchos veranos…
son cosas quietas,
silenciosamente prendidas en el aire.
Son cosas que parece
como si se quedaran para siempre paradas,
como si el tiempo no fuera con ellas.
Son cosas reales, concretas.
(…)
A mí me gusta».
Paco Gómez