Se lo leí a Laia Montserrat y me gustó, una reflexión sobre las puertas: las hay cerradas bajo llave, giratorias que exigen acompasar el ritmo, pesadas que hay que empujar, automáticas que no te detectan hasta que estás muy cerca o que -al revés- piden que te alejes un poco. También están las de vidrio que no se ven. Y esas otras, magníficas, que se abren a tu paso sin que tengas que hacer nada.