Al final de Catalunya, en su costa más meridional, el Ebro conoce al mar con un beso de tierra. Renuncia: entrega duna, marisma, arrozal. Nosotros recorremos las tardes hacia la playa del eucalipto, bajamos las ventanas del coche y aspiramos el olor a arroz, le vemos beberse el agua en los campos. Nos espera la sal, ser nada bajo las olas verdes y, cuando acabe el día, el segundo cajón de la mesilla, donde hemos guardado Las palmeras salvajes de Faulkner y las cartas de Rilke. Gracias, Deborahlibros y Esquina Rota, por este placer y por tantas invitaciones lectoras.