La primavera se ha desatado, emocional, violenta como un enamoramiento. Las ramas secas se han cubierto de blandura, con una extravagancia rosa o blanca antes del próximo verde. Me he detenido ante cada árbol súbitamente encanecido, explotado con una exageración que ya se deshace en pétalos flotantes. Me he puesto bajo un cerezo a mirar el cruce de sus ramas y me han volado copos.