“Hoy caminaba por Santiago, La Moneda, y no estabas.” En todas sus cartas americanas, se le cuela, en la disposición de las palabras, un orden supongo que musical, un sentido para la prosa. Yo tecleo a veces más eléctrica, con una respiración nerviosa transmitida en comas. Pero en los dos hay la misma sorpresa, el acceso inesperado a una conversación nueva, escrita, en la que se da un mayor entendimiento, en la que todo aquello que es en nosotros amasijo de vida se encamina al otro con poesía de verdad.