Aquí la gente se considera de bosque. Yo me he vuelto también de río y de bosque. En los paseos a los que nos llevan cada día los perros descubro mi comunión creciente con la naturaleza, un acceso gradual a sus muchas capas de sentido y de misterio. A veces ocurre que nuestros pasos rozan alguna planta y toda una sugerencia aromática se levanta entonces en el aire como un vals cuyas notas podemos ahora empezar a reconocer. A veces es un bullicio de ardillas volando de rama en rama el que nos da la clave de una súbita lluvia de hojas que, en su caída, por un instante, flotan distraídas como polvo sideral. En esa clase de momentos nuestra frontera personal se desvanece, entramos verdaderamente en el mundo.
La vida del bosc, gràcies fada.
Gràcies, a tu, Lita.
Yvette en el país de las maravillas!
Jajaja, así mismo.